Historia del cruising sevillano


El cruising es una actividad que se practica desde siempre en todos los lugares del mundo. Dependiendo de las épocas, esta actividad se ha hecho de forma más discreta o más visible, pero para los que lo practican es siempre igual de cotidiana. En el siguiente artículo te mostramos una descripción de los primeros lugares de cruising que están datados en diferentes partes de la ciudad de Sevilla y que en la actualidad han perdido su popularidad.

   


■ PLAYA DE MARÍA TRIFULCA (Décadas 1940-1960):
La doble playa de María Trifulca, estaba situada en los cortes del antiguo cauce del río Guadaira, donde actualmente se alzan los pilares del puente del V Centenario, y antes de que se construyera la corta de Tablada, que la dividió en dos. Ocupaba unos 200 metros en cada orilla frente a frente.
En la margen izquierda, de Norte a Sur, la gente tenía acceso principalmente por Heliópolis, pero también llegaba a la zona de baños por el cortijo del Batán y las huertas colindantes. Aquí estaban las ventas de Concha y de Alonso, además del embarcadero que usaba este último para sus barcas.
Cerca del citado pantalán se ubicaba una amplia explanada, mezcla de arena y barro, que se utilizaba como playa. En esta zona tierra adentro, el terreno se elevaba con respecto a la zona de playa y había un denso bosque de eucaliptos donde fue instalada la central térmica Guadaira de la Compañía Sevillana de Electricidad, en funcionamiento desde mayo de 1949. Entre la central y el bosque había un camino de tierra por el que llegaban, andando o en bicicleta, al embarcadero de José Cardo los obreros que trabajaban en el dique seco que se construyó en la orilla derecha entre 1947 y 1951, junto a los Astilleros.

Pero aún se se registraban más actividades, sobre todo desde que comenzaron las obras de construcción y posteriores puesta en marcha de la central térmica y los Astilleros. Estaban el embarcadero para los obreros de la factoría naval, que tenía anexo un enorme aparcamiento cubierto para bicicletas, y un ventorrillo; el muelle carbonero para la citada central térmica; dos chozos convertidos en ventorrillos, el de La Francesa y La Carbonera, que eran frecuentados por la marinería de los barcos carboneros y pescadores, más las habituales prostitutas y gays practicando lo que en aquél entonces no se conocía como cruising. Todavía en 1950, toda la zona de la Punta del Verde estaba ocupada por una masa de bosque, principalmente eucaliptos, que llegaba hasta la misma orilla del río. En todo el eucaliptal era frecuente ver escenas de tios practicando cruising, relaciones, orgías, etc.

En la margen derecha, donde los bañistas disponían de una zona más amplia de playa, había dos embarcaderos. Ambos eran utilizados como trampolín por los jóvenes más osados. Cerca de la orilla, en lo alto del terraplén, había dos altísimos eucaliptos que vistos desde lejos eran los símbolos de la playa de María Trifulca.
Aquí se encontraba el ventorrillo de Pepe Cachera, también llamado del Batán, que luego se conocería por Venta de Antonio y que tuvo siempre mucha concurrencia tanto diurna como nocturna.

Río abajo, muy cercano a la zona de playa, estaba el embarcadero de la fábrica de abonos, posteriormente conocido como Fertiveria. También en esta margen derecha hubo zonas boscosas de grandes eucaliptos.

Tierra adentro se desperdigaban varios chozos donde los domingos vendían frutas y verduras. Entre estos fue muy popular el chozo de Antonio Leal Sánchez, heredado por su sobrino Antonio Leal Ibáñez, quien lo convirtió en Venta del Batán. El habitáculo principal servía de vivienda y pequeño comedor con dos mesas. Tenía un amplio gallinero y establo para vacas y cabras. Cerca de esta venta estaban los restos de unos grandes establos procedentes del cortijo del Batán, que servían de cobijo eventual donde los gays mantenían todo tipo de relaciones sexuales tanto al aire libre como dentro.

Más alejadas de la orilla estaban las ruinas del caserío del antiguo cortijo del Batán, vestigios de un pasado agrario floreciente. Al filo del medio siglo, las tierras del cortijo hacía tiempo que habían sido parceladas y arrendadas a colonos para establecer huertas que, durante muchos años y hasta época reciente, abastecieron de hortalizas, huevos y leche de vaca y cabra los mercados de la capital y pueblos ribereños. Una de las vaquerías más conocidas era de la familia Borbolla, que servía la leche a los barrios del Porvenir y Heliópolis.

Los barqueros eran personajes básicos en la playa de María Trifulca para trasladar a las personas entre ambas orillas. Utilizaban pequeñas lanchas para un máximo de cuatro o cinco personas, según sus pesos, y cobraban dos reales por cada viajero. Algunos barqueros, además de llevar y traer personas entre ambas orillas, ejercieron durante los años del hambre de hábiles transportadores nocturnos de mercancías de estraperlo, que recogían en los pueblos ribereños y llevaban hasta las orillas de la vega trianera e incluso las zonas traseras del Barranco del pescado y la central de la Compañía Sevillana de Electricidad, en la calle Arjona.

El uso playero de ambas orillas mantenía costumbres inalterables. La margen de Sevilla era generalmente la más utilizada por los niños y jóvenes de clase media que residían en Heliópolis y el Porvenir. Por el contrario, la margen del cortijo del Batán, a la que se llegaba en barca o a nado, tenía unos usuarios adultos y más afín al ambiente frívolo y sexual de los ventorrillos, donde solían estar los gays.

Naturalmente, los jóvenes de la burguesía y la aristocracia quizás ignoraban la existencia de la playa de María Trifulca, porque eran los únicos cuyas familias veraneaban en las playas de Cádiz y Huelva, donde ya Chipiona y Punta Umbría tenían fama de ser playas preferidas por los sevillanos.

Todo lo más, estos jóvenes de familias pudientes habrían frecuentado, siempre furtivamente, la piscina pública llamada La Playa, cerca de la margen trianera del río y junto a la Plaza de Cuba. La Playa además, era sala de fiestas por la noche, y en sus jardines frondosos era frecuente el cruising, y como tal otro de los lugares de pecado terminantemente prohibidos.

La playa de María Trifulca está también ligada a la catástrofe del verano de 1941, cuando el día 23 de julio hizo explosión uno de los polvorines que en la zona Norte del cortijo del Batán tenía instalado el Regimiento de Artillería. Fueron dos días de pánico ciudadano, hasta que quedó sofocado el fuego y se evitaron nuevas explosiones. Durante ese tiempo, el barrio de Heliópolis fue evacuado. La onda expansiva causó desperfectos en una amplia zona de la ciudad. Hasta en los edificios de la Universidad y el Museo provincial, se rompieron cristales.



■ CHAPINA (Años 1970-1990):

En 1950 como parte de la protección del puerto ante las posibles riadas, se cegó el cauce histórico del río a la altura de Chapina, punto clave del equilibrio entre la ciudad y el río; y el paso de éste por el ferrocarril y la red de carreteras. En 1959 se destruye el viejo puente de tablas, ya en desuso, y ambas orillas quedan definitivamente unidas por tierra firme.

Es en 1965 la zona se comenzó a adecentar debidamente por ambos márgenes, reforestando y plantando multitud de especies vegetales que darían forma a un extenso parque en la orilla del río. Con el tiempo, esta zona se convertiría de una espesa masa forestal recorrido por multitud de senderos y caminos en las zonas más sombrías.

Mientras, en el margen Norte, el mismo año se inauguraron las instalaciones polideportivas de Chapina. En su momento fueron importantes para la ciudad, puesto que incluían una enorme piscina pública de carácter olímpico, así como también pista de atletismo con gradas. En 1968 fueron escenario de la marcha de la antorcha olímpica hacia los Juegos Olímpicos de México 68.

Sobre la enorme explanada existente, los sábados por la mañana se organizaban pachangas y partiditos de fútbol. En los jardines del Sur, en los que se bajaba de forma escalonada hacia la explanada, también se jugaba al balón sin que hubiera leyes que lo prohibiera. El carácter de la zona, arbolada, sin viviendas cercanas, y punto de paso desde varias direcciones fomentaron la generación de encuentros exporádicos.

Pero, por aquellos tiempos, Chapina fue lugar no sólo de balompié improvisado o paso de jóvenes deportistas, sino también de prostitución, de cruising gay y de parejas adolescentes. El diseño de jardines densos y arbolados de la época eran paradisíacos para la práctica del cruising y poder tener relaciones sexuales. Además, por aquél entonces, no eran delimitados y cercados los parques y jardines por los que las 24 horas del día podíamos tener encuentros sexuales.

Varias generaciones de chicos sevillanos han pasado y tenido relaciones en los jardines de Chapina, un punto de encuentro clave en plena transición española, cuando aún no existían en la ciudad locales gays. Donde además, muchos jovenes heterosexuales deportistas que acudían a las instalaciones deportivas, se sentían atraídos por la curiosidad que siempre genera el cruising.

En el lugar eran frecuentes chicos de la zona o del centro, así como viajeros de la cercana estación de ferrocarril, que mataban el tiempo de espera antes de un largo viaje en tren dando una vuelta y follando con algún desconocido.

Abajo, desde la parte trianera de Chapina que comunicaba al parque a través de la pasarela que vemos, también aparece una vista del arbolado que a modo de terraplén ponía fin a los jardines: al fondo Plaza de Armas. La fotografía pertenece al libro de Joaquín Arbide " Sevilla en la retina", y está tomada en 1986.

En las décadas de los 70 y 80, parte de los locales que se instalaron en la zona, fueron clubes de alterne y whisquerías. Actualmente, ya con otra estética, ocupa el Hotel ABBA-Triana.

Casi al lado del Puente de Triana, abajo, el Barranco, en 1973 antes de su primera restauración. En el 70 dejó de ser lonja del pescado. Las Naves del Barranco en Sevilla, construcción de hierro y cristal de bóvedas de cañón, diseñadas por el ingeniero Eiffel y encargadas en 1876 a la fundición sevillana Portilla y White, Cía., han sido punto de información turística, sala de exposiciones y albergue improvisado de indigentes y de ser propuesto para sede de la televisión municipal y para un centro de interpretación de la Semana Santa. Desde los 90 es camino de la terraza Capote, escaleras abajo.

Con la construcción de la corta de la Cartuja, el dispositivo defensivo del puerto que era Chapina, así como el muro del margen izquierdo de San Jerónimo, podrían ser desmantelados, al perder su función en el nuevo sistema de defensa.

El Ayuntamiento de Sevilla encargó en 1982 un anteproyecto de reapertura del cauce y ordenación de Chapina. En 1985 la Consejería de Obras Públicas realizó los estudios de la viabilidad de la obra y del trazado del cauce, y, posteriormente, encargó el proyecto del puente que sustituiría el enlace viario existente sobre el rellano, el actual Puente de Chapina "Del Cachorro".

Durante las obras de reordenación de la zona y hasta prácticamente 1993 el cruising y zona de encuentros se trasladó por poco tiempo hacia el Sur, ocupando el Paseo de Colón y zonas bajas próximas al río. Con la destrucción del tapón de Chapina cuyos jardines han quedado menguados de forma ostensible, de la piscina y el complejo deportivo, finalizaron casi 20 años en la zona de lo que podemos entender como cruising moderno.

Actualmente ya no hay cruising en estos jardines, pero se podría decir que con la eliminación de la actividad en la zona, se ha multiplicado ya que se ha repartido en los servicios tanto de la estación de autobuses Plaza de Armas, como del centro comercial Plaza de Armas.



■ JARDINES DE MURILLO (Años 1980-1990):

Los Jardines de Murillo se encuentran junto a los jardines del Alcázar y toman su nombre del ilustre pintor sevillano Murillo, cuya casa estaba situada en el barrio de Santa Cruz. Sus jardines formaban parte de la llamada Huerta del Retiro que eran las huertas del Alcázar, y se componen de tres espacios naturales y bien diferenciados: Los Jardines de las Delicias, con esculturas de mármol, jardines de Catalina de Ribera (1898) con obras de Juan Talavera y los Jardines de Murillo en sí, cedido por el rey Alfonso XIII en 1911 por petición del alcalde Conde de Halcón.

Los tres jardines se unieron durante el período de 1835 y 1911. El arquitecto municipal Juan Talavera Heredia se encargó de diseñar la estructura de paseos y glorietas de estos jardines, y por ello se le comenzó a llamar "jardines de Talavera". Aunque en 1918, José Laguillo, director del diario El Liberal, propuso el cambio de nombre, dedicando los jardines al pintor Bartolomé Esteban Murillo.

Cuentan con una gran variedad de especies botánicas. Sobre todo enormes árboles de varios siglos de edad y densa vegetación baja, lo que dan un aspecto sombrío durante el día. Mientras que la escasa iluminación nocturna dan su toque de morbo durante la noche. Además, los senderos se encuentran bordeados por bancos y polletes de piedra donde poder sentarse.

En el lado Norte de los jardines, lindando con las casas del barrio de Santa Cruz, se conserva una torre y algunos trozos de lienzo de la antigua muralla de la ciudad, en los que se ven las canalizaciones que llevaban el agua desde los caños de Carmona hasta el Alcázar.

Es en esta zona, tras bajar unas escaleras, donde más movimiento de ligoteo existía puesto que era la zona más retirada de la avenida y concurrido tráfico, ocupando una especie de rincón entre casas, muralla y setos del jardín.

Era común pasear por esta zona ya bien atardecido y oscurecido, sobre todo en invierno, ya que era muy fácil ligar en los estrechos caminos del jardín y perderse entre los frondosos setos que había. Casi durante toda la noche era posible encontrar gente deseosa de sexo, sobre todo en los comienzos de la época de botellonas a finales de los años 80.

Durante el invierno era un lugar ideal para follar en la calle, puesto que la humedad de la zona unido a que estaba rodeado de muralla y casas combatían el viento.

Desde los orígenes de la etapa moderna de los jardines siempre existió el cruising, puesto que era lugar de paso y de perder el tiempo por estudiantes del cercano rectorado.

En la zona habían auténticas cavernas vegetales donde poder meterse ante la mirada indiscreta del resto de peatones y tener un rato de sexo a saco con un desconocido. Eso, unido a la deficiente instalación de alumbrado del recinto, lo cual hacía de lugar un verdadero cuarto oscuro callejero.

También existen pequeñas glorietas, donde hay cuatro bancos alrededor de una fuente tranquila. En estos bancos era habitual sentarse, y a través de miradas ligar, o bien tocándose el paquete o simulando meadas. Los folladores más experimentados se masturbaban en estos bancos ante la mirada del resto de presentes, lo que originaba auténticas orgías espontáneas.

Debido a los excesos en la movida y botellonas que se realizaron, a finales de los noventa y principios del siglo actual, el parque tuvo que ser vallado y cerrado al público en horario nocturno, por lo que el cruising de la zona terminó desapareciendo y trasladándose al Parque de María Luisa o en el interior de la antigua fábrica de tabacos, en sus numerosos servicios.

Aunque actualmente el lugar sigue siendo igual de sombrío y con densa vegetación, ya no es un lugar popular de cruising, aunque si ligamos ocasionalmente por la zona, es un lugar ideal para echar un polvote discreto.



■ APEADERO DE LA EXPO 92 (Años 1990-2010):
Este apeadero fue construído con motivo de la Exposición Universal de Sevilla del 92. Con su doble vía de los dos tipos de ancho podían llegar todo tipo de trenes hasta aquí. Incluso los primeros AVE puestos en servicio en España, llegaron a este punto con la línea expresa Madrid-Expo92.

La Expo 92 cerró, luego llegó la crisis y como a la mayor parte de las instalaciones del recinto el progresivo abandono del parque de la Isla de la Cartuja, recinto reconvertido a parque tecnológico, de investigación y, con menor éxito, de atracciones. Sin embargo, el famoso apeadero, el punto más alejado de la red de Alta Velocidad Madrid-Sevilla, la primera de la historia de España, fue condenado al olvido.

Lonas caídas, cristales de botellas rotos, pintadas, basura por todas partes. Así fue el lugar que dio la bienvenida a decenas de miles de turistas durante la Expo 92, nuestra Expo, la cita que descubrió Sevilla al mundo. Las razones, múltiples: desidia administrativa, conflicto de intereses y, ante todo, sobre todo, el abandono de 20 años sin mantenimiento alguno.

La estación de tren, que aún hoy forma parte de la línea C-2 de cercanías de la capital andaluza, cuenta con dos vías de entrada en ancho español y de alta velocidad que mueren en sendas toperas. Por fuera, un enorme parking, sede en ocasiones de alguna carrera ilegal, sigue abierto a la espera que algún viajero despistado ocupe alguna de sus plazas.

La catenaria no tardó demasiado en desaparecer (es un bien preciado en nuestra red, y si no que pregunten en Cataluña por los ladrones del cobre), aunque mucho antes lo hizo el mobiliario, los bancos, teleindicadores, controles de acceso. Sólo se salvaron de la quema carriles, puntos de iluminación, postes de catenaria y la preciosa a la par que sencilla estructura de la estación, levantada a base de enormes arcos cruzados recubiertos de lona blanca. Sin embargo, el azar de la meteorología y el paso de los años ha rasgado algunos sectores de tan preciada tela, y siguieron cayendo sin que nadie lo remediara.

El apeadero se encuentra justo detrás de la Isla de la Cartuja, en la zona Oeste, siendo su acceso principal desde la avenida Carlos III y frente a la gran esfera logotipo de la Expo que aún permanece. A toda esta zona se la conoce como "Bancada de la Expo" o "La Raya". Y es visible desde la entrada a Sevilla por la autovía de Mérida.

Casi inmediatamente después de clausurarse la Exposición Universal, toda la zona de aparcamientos y las instalaciones del lugar quedaron abandonadas y con el tiempo se fue haciendo popular el cruising. Durante dos décadas, por todo el recinto se podía acceder andando, moto o coche; para ir explorando el lugar en busca de rabos.

En los antiguos andenes, sobre las vías o por los huecos de los jardines se podía aprovechar para echar un polvo con algún desconocido. Si íbamos en coche podíamos acceder directamente desde la avenida Carlos III, subiendo el bordillo de la acera. El lugar era más acogedor y popular si cabe sobre todo en días de lluvia, donde todos los que practicábamos cruising andando o en moto, buscábamos cobijo.

A mediados de 2011 comienzan las obras de rehabilitación del viejo apeadero y a principios del 2012 entra en funcionamiento. El acondicionamiento de esta línea ha supuesto una inversión superior a 52,4 millones de euros que incluyen también la construcción de las estaciones de San Jerónimo y el Estadio Olímpico. Con esta actuación Sevilla dispone de una nueva línea de cercanías, equipada con doble vía en todo el trayecto desde Santa Justa hasta La Cartuja, en un recorrido de aproximadamente doce kilómetros de longitud.

Para ello, se han realizado actuaciones de infraestructura, vía y edificación a lo largo de 7,2 kilómetros.La nueva línea de cercanías C-2, que discurre entre la salida de la estación de Santa Justa y la estación de La Cartuja, cuenta con una doble vía banalizada (que puede ser utilizada indistintamente en ambos sentidos) en todo el recorrido.

Un año después de su puesta en funcionamiento, la línea es la menos usada de toda la provincia y en la explanada de los aparcamientos se sigue practicando cruising las 24 horas del día, ante la mirada indiscreta de un par de familias rumanas que han ocupado el jardín inferior del recinto.